4 Junio, 2024

Cocina para personas con discapacidad visual en la Residencia Pomarón

El cocinero y un técnico tratando de cocinar con los ojos tapados

El mundo de la cocina es apasionante y gratificante para muchas personas que se adentran en él por simple satisfacción personal o bien como fuente de creación. Para otras, en cambio, ponerse ante los fogones supone todo un desafío. La carencia de habilidades, la ausencia de motivación o el pulso acelerado de la vida diaria y el fácil acceso a la comida preparada son algunas de las razones recurrentes para mantener alejado el delantal. El reto, además, puede convertirse en mayúsculo si se tiene una determinada discapacidad. En un ámbito en el que los cinco sentidos son fundamentales, la actividad se complica cuando falta alguno de ellos. 

Lo sabe bien Rafael Zapata, aficionado a la cocina y a la fotografía en partes alícuotas. El síndrome Usher, una enfermedad genética poco común que afecta tanto a la audición como a la visión, le permite a día de hoy conservar apenas un 5% de su visión y le obliga a usar audífono. Este contexto no le impide seguir practicando dos de sus principales aficiones, tal y como demostró en un taller de cocina adaptado a personas con discapacidad visual en la Residencia Pomarón.

La clave, cuando no puedes contar con la vista, es mantener el orden y saber que tienes todo colocado de manera precisa

Los propios residentes, acompañados por el pequeño y fiel grupo de voluntariado, aprendieron a cómo desenvolverse en la cocina para elaborar una de las recetas estrella de la repostería de Zapata: la herradura de hojaldre. El tacto, en detrimento de la vista y del oído, es fundamental.

La clave, cuando no puedes contar con la vista, es mantener el orden y saber que tienes todo colocado de manera precisa. A veces cuesta más preparar todo lo que vas a necesitar, tanto de utensilios como de ingredientes, que elaborar la propia receta.

Atendiendo a los consejos de Rafael Zapata, además de ser parte activa en la manufactura de esta receta culinaria con el tradicional gorro de cocinero, los participantes en el taller disfrutaron degustando una auténtica delicia pastelera.

Los talleres de cocina forman parte habitual de la programación de actividades de este centro. «Procuramos hacer dos tipos de talleres de cocina al menos una vez al mes: unos diseñados a modo de celebración en fechas señaladas y otros dirigidos al aprendizaje en común. En todos ellos procuramos que los residentes, grandes dependientes, ganen en autonomía», explicó Javier Velilla, responsable del centro de día para los residentes.

Gracias a la colaboración con Fundación ONCE se están llevando a cabo una serie de acciones encaminadas a fomentar y mejorar la inclusión social de las personas con discapacidad con las que además se consigue una mayor visualización de la entidad su misión y sus actividades.